Al alba…
Decía María Zambrano, en su célebre discurso al recibir el Premio Cervantes: “El alba da la certeza del tiempo y de la luz, y la incerteza de lo que luz y tiempo van a traer. Es la representación más adecuada que al hombre se le da de su propia vida, de su ser en la vida, pues que el ser del hombre también siempre alborea”.
Antes de lanzar estas palabras había citado “Sería la del alba”, en referencia a la luz y momento del día que Cervantes había escogido para que Don Quijote se hiciera al camino. Un camino que se iniciaba con los primeros indicios de un nuevo y aventurero día.
Siempre me han encantado las referencias quijotescas. Y desde que leí tan románticas palabras las he tenido presentes. Porque los fotógrafos perseguimos tal estado onírico en lo bucólico de nuestro quehacer. Cervantes, con su pluma, trazó la línea en la que los personajes se presentaban al mundo. En un nuevo amanecer lleno de incertidumbre, pero con las esperanzas de futuro depositadas en él. Las míticas siluetas de sus dos icónicas figuras se dibujaban al compás de un sol emergente por el horizonte. Enrojecido de pura pasión. La búsqueda quimérica de Quijote del ideal de (su) vida y el amor universal, es quizá la muestra más honesta de la naturaleza humana. De su alma. La persecución continua de la felicidad a través de los sueños y esperanzas. Y, éstos, florecen con cada nuevo amanecer. Con cada “alba”.
La fotografía, entendida como arte, como pluma sin tinta, pero capaz de dibujar historias, es una continua búsqueda. Tan quimérica quizás. A ser comprendida. De ser valorada. Cuyos modernos “hidalgos” se mueven por el mundo tras sus propios “molinos”, o, tal vez, también gigantes. Dado que para muchos somos unos “locos”. Con una mochila como “adarga” (escudo), un trípode por lanza, y una cámara como ideal. Que surca el mundo a veces solo y otras con escudero.
Por tierras finlandesas, a orillas de uno de sus lagos en el condado de Kiero, la luz indicaba que un nuevo amanecer se disponía a hacer su aparición. La oscuridad daba paso al color. Los madrugadores pájaros alegraban y anunciaban con su canto tal espectáculo. Las nieblas cubrían como una seda acariciando el agua y los árboles. El reflejo se convertía en la dualidad de la belleza. Allí, casi metido en el agua, traté de capturar con mi “pluma” las notas y letras convertidas en imagen. De trasladar esa extraña pulsión que aúna hombre y amanecer a encontrarse. Será porque ninguno es igual, y todos merecen vivirse. Como no… “sería al alba”.
Utilicé la Canon 5D Mark II con el Samyang 24mm f3.5 Tilt-Shift, el cual con su particular universo, me permitía convertir mi toma en algo más creativo y ensoñador. También el trípode Triopo GT-3128X8C y el disparador intervalómetro Gloxy.