Cuestión de perspectiva (I): Samyang 14mm
En una serie de entregas vamos a tratar de ampliar la “perspectiva fotográfica” de nuestros lectores, a incentivar su creatividad. En esta primera parte, un servidor les quiere trasladar al universo visto por una lente súper gran angular: el estupendo Samyang 14mm f2.8. Una de mis focales preferidas junto con el 35mm y el 85mm.
La versatilidad del 14mm se presta a una toma extrema de paisaje, deportiva, social y/o arquitectónica. Obviamente no todo el tiempo se usa una lente así, pero quizás nuestros amigos no se habían parado a ver las infinitas posibilidades que ofrece. Hace falta instalar en nuestra cabeza la óptica que en ese momento llevamos montada, dejando a nuestros ojos e instinto que trabajen a un nivel superior. Les aseguro que agudizarán más que un lince. Prueben a salir en sus rutas fotográficas solo con una lente. Esa libertad y sencillez de medios sembrará en usted otro tipo de seguridad y destreza: conocerá mejor sus límites. Vamos con ejemplos.
Aquí tenemos el precioso interior de la Basílica de Santa María, en la plaza Mariacki, en Cracovia (Polonia). Ha pasado a lo largo de su historia por diferentes estados, desde el rómanico hasta el gótico. Los datos de la toma son: Nikon D610 con Samyang 14mm f2.8 AE. ISO 1600, F3,5 a 1/20s WB 3200º K. A pulso.
Cracovia en particular, y Polonia en general, son tristemente conocidas por cómo sufrieron especialmente la Segunda Guerra Mundial. En la famosa película de Steven Spielberg “La lista de Schindler” hay un pasaje en su primer acto donde Oskar Schindler, interpretado por Liam Neeson, trapichea en una basílica con judíos del gueto. Lo hacían dentro de Santa María. Reconocerán cuando la vuelvan a ver la bancada, la estructura, el Cristo en la viga horizontal que une la nave con el presbiterio, y la joya del gótico tardío que es su retablo en el altar. Eso sí: la película se rodó en blanco y negro. Pero aún así, es reconocible.
Realicé la toma al concluir la homilía. Durante ese tiempo está todo el edificio iluminado y realza las formas. No soy religioso, pero respeto los actos en los sitios que entro. Mi interés es cultural. Durante el sermón no se autoriza sacar fotos en casi ningún lado. Pregunte si se pueden hacer determinadas cosas en los interiores de templos, catedrales, museos. Le ahorrará un mal rato.
A pesar de ser de día fuera la sensación en el interior es de lo contrario. Parece que hay mucha luz, pero es necesaria subir la sensibilidad y ajustar valores que aseguren una toma sin trepidación, detalle y calidad. Gracias a las nuevas máquinas eso cada vez es un aliado para no cargar con un trípode. Realicé la toma de pie. Observe los colores, formas y distribución del sitio en que entre. Muévase y visualice por el visor qué elementos desea plasmar.
Saliendo de Santa María, a mano izquierda, a pocos metros, nos encontramos con otra pequeña joya: la iglesia de Santa Bárbara.
Tenemos un edificio más pequeño, coqueto, donde la luz natural entra por sus vidrieras y la puerta principal, apoyando para una toma con otro equilibrio. Los datos de la misma despejan dudas: Nikon D610 con Samyang 14mm f2.8 AE. ISO 1000, F4 a 1/40s WB 3800º K. A pulso. Menor ISO, más profundidad de diafragma, y mayor velocidad de congelación.
Totalmente agachado sobre el suelo, la composición me pedía profundidad y disfrutar de toda la riqueza barroca de la pequeña iglesia; así como del bonito reflejo de sus vidrieras en el brillante azulejo que otorgaba simétrica dualidad. La suavidad de los colores de las paredes y pinturas de la bóveda (casi pastel), se entrelazan con los dorados y azules intensos de los altares laterales y retablo principal, donde el suelo juega a ser un atrevido arlequín.
Dos edificios en la misma calle que poseen “perspectivas” diferentes, pero a los cuales hemos sabido sacar sus virtudes. No solo se trata de una buena composición: el color juega un papel fundamental. Veamos un ejemplo de ello.
“El pobre, el Papa, el Cristo y la Monja”, como la he titulado, es una toma por la que siento una simpatía especial. Seguimos en Cracovia con el 14mm, en el mismo día de los otros interiores, acariciando los últimos momentos de luz: ese caer dorado del atardecer por el que también siento simpatía especial. Había salido del interior de la iglesia (colegiata) de San Florián donde el Papa Juan Pablo II, en los años 1949-1951, trabajó como vicario. Un interior diferente a cuantos había visto en la jornada: blancos puros sin apenas pinturas, pero decoración de barroco tardío y rococó en azules oscuros, negros y dorados muy intensos que le dan al conjunto una fuerza de iglesia de salón. Así se referían a ella en el pasado.
Una vez desalojado el edificio, esperaba poder realizar una toma en el patio con el párroco pasando, alguna sombra en la pared que diese un juego de luces con el crucifijo. Pero fue pobre el resultado. Ya por fuera del recinto, desde la verja, vi salir a la monja que se disponía a echarle el cerrojo a todo “el cortijo”. Se activó en mí quizá la posibilidad de una última buena toma del día: la esperaría a la vuelta del quehacer. Mientras, situé mentalmente la composición de elementos: en la puerta de la entrada se hallaba un mendigo pidiendo, resaltando un volumen. Sobre la fachada un póster de Juan Pablo II, donde luce una capa roja sobre sus hombros y una letras resaltadas en azul cantoso al pie del mismo. Eso dos colores tan intensos rompía una monocromía de grises y amarillos parduscos, uniéndose al toque verde del árbol de la derecha y el azul despejado del cielo. La monja vestía de riguroso negro donde solo destacaban la banda blanca del velo en la cabeza y la tez rosácea de la cara.
Deseaba que la buena mujer pasase lo más cercano de la pared, para que así los últimos y tímidos rayos de luz la tocasen. ¡Y así fue! La monja, de caminar oscilante, entró por mi derecha para unirse al conjunto trazado donde el propio camino circular, con su fuga hacia el árbol, daba una estupenda sensación de movimiento. La fachada, el crucifijo y el árbol, entre líneas de luces y sombras verticales. Esperé solo el segundo en donde le sigue dando un poco de luz en la cara, pero a su vez proyecta su sombra en la pared; sin llegar a sobrepasar al Cristo. De ese modo tenía los cuatro elementos (mendigo, póster, crucifijo y monja) alineados, donde el color del póster es sin duda un reclamo de viveza en la composición final, unido al amarillo y el verde. Además, Juan Pablo II, está justamente mirando en la dirección de la religiosa. Los datos técnicos son: Nikon D610 con Samyang 14mm f2.8 AE. ISO 100, f5,6 a 1/160s WB 4300º K. A pulso.
Dos interiores y un exterior con la misma lente y la misma premisa: exprimir la creatividad personal adaptándose a los momentos que se van sucediendo. Hasta aquí esta primera, esperamos que os sirva de ayuda.
Fotografías de © José Luis Valdivia.