Dreamhunters, movidos por la pasión: Ciudad de templos (8)
Bangkok es una ciudad con insomnio, pero eso no impide que los Dreamhunters sigan persiguiendo su sueño. El camino a Camboya esconde carreteras complicadas y una mirada inesperada. ¿Qué les deparará durante su estancia?
“13 de Diciembre de 2014.
Un día más nos levantamos con la intención de ir transformando nuestro sueño en un grato recuerdo para que cuando seamos abuelos estemos convencidos que ha valido la pena pasar por este mundo. Y lo hacemos sin ser del todo consciente que este tramo del viaje nos tocará más que nunca el nervio principal de nuestro espíritu.
Llegar a Siem Reap, Camboya, procedentes de Bangkok, es fácil. La carretera está totalmente asfaltada y no supone ningún problema conducir en ella. Se trata de una ciudad totalmente adaptada a los turistas, con edificios rústicos llenos de tiendas, bares y restaurantes cortados por un precioso río con puentes peatonales que, de noche, están iluminados como si fueran árboles de navidad por los que uno puede cruzar.
Nos alojamos en un hotel familiar que, por 7 dólares la noche, nos ofrece una habitación limpia, con aire condicionado, tele y baño propio. ¿Se puede perdir algo más?
A la mañana siguiente aparcamos la moto bajo unos árboles y visitamos Angkor Wat, que significa “ciudad de templos”, un complejo de edificios de más de 1.000 años de antigüedad que fue abandonado por su civilización y olvidado con el tiempo. Tanto es así que la misma selva se comió parte de los edificios que tiene distribuidos entre sus 80 kilómetros cuadrados de diámetro.
Así estuvo hasta mediados del siglo XVI. En ese momento maravilló tanto, que uno de sus principales visitantes occidentales que lo visitaron, António da Madalena, un monje portugués, dijo de él que es una “construcción tan extraordinaria que no es posible describirla por escrito, especialmente porque no hay otra similar en todo el mundo. Tiene torres y decoración y todos los refinamientos que el genio humano puede conceber”. Ni nosotros lo podríamos describir mejor. Es un lugar que te deja alucinado. De lejos, la construcción humana más espectacular que hemos visto en nuestras vidas, sobretodo si tenemos en cuenta su historia y los recursos que entonces tenían.
A los tres días, nos volvemos a montar en la moto y nos dirigimos hacia Phnom Penh, la capital del país. Al principio conducimos por rectas eternas y un poco aburridas bajo uno de los cielos más grandes y bonitos que hemos visto nunca. Así hasta que a falta de unos 100 kilómetros de la capital, la carretera deja de ser asfaltada a ser de arena. La cosa se vuelve más emocionante y divertida. Nos pasamos todo el camino adelantando camiones y coches que levantan una polvareda de película mientras esquivamos perros y gatos que te salen de la nada. En esos momentos, ninguno de los dos éramos conscientes que notaríamos tan cerca a la muerte. A la mañana siguiente, la miraríamos fijamente a los ojos. Pero esa es otra historia que tendrá que esperar. Cada cosa a su tiempo”.
Texto e imágenes: © Dreamhunters