Dreamhunters, movidos por la pasión: 3.000 kilómetros (12)
A los pocos kilómetros de entrar en Singapur, los Dreamhunters viven los 10 peores momentos del viaje en cuestión de minutos. Está claro que han abandonado su “zona de confort”, pero sin riesgos no hay aventura y la vida, o es una aventura o no es nada. A pesar del mal rato, deciden continuar su viaje. ¿Qué les deparará este nuevo destino?
“11 de Mayo de 2015.
Los años pueden pasar, pero los buenos recuerdos siempre permanecen almacenados en el cajón mental adecuado que no permite eliminarlos de ninguna manera. En Singapur me reúno de nuevo con Joaquim Mascaró, un amigo de la infancia que no veía desde hacía justo 25 años. Nos acogen como reyes en su casa y nos tratan con tanto cariño y cuidado que nos costará reanudar el camino unos días más tarde.
Singapur es el país de las prohibiciones. Hay tantas que andamos un poco perdidos. Hasta nos cuentan que si abandonas el país con el depósito de gasolina casi vacío, no solo pueden multarte sino que incluso puedes pasar unos días en la cárcel. Después de unos días fantásticos gracias a una familia que no olvidaremos jamás, reiniciamos el camino dirección a la isla de George Town, al norte de Malasia, donde nos encontraremos con el Sr. Lim, un hombre que ayuda a un montón de motoristas a enviar motos hacia Indonesia.
Antes de ir al puerto, en su despacho, conocemos a Kristjan, un islandés de 58 años que también quiere enviar su moto hacia el país vecino para poder continuar su vuelta al mundo. Aún no somos conscientes de la gran amistad que acabaremos forjando en las próximas semanas. Juntos conduciremos más de 3.000 kilómetros que ninguno de los tres podrá olvidar en su vida. Pero cada cosa a su tiempo.
Nuestra sorpresa viene cuando llegamos al puerto. Después de que el Sr. Lim realice todas las gestiones pertinentes nos acompaña hasta el barco que resulta ser un carguero de patatas y otro tipo de alimentos.
Con paciencia, conjuntamente con los marineros, atamos primero la moto de Kristjan y la vemos flotar en el aire hasta que la cargan en un lado del barco. Y después, atamos la nuestra para cargarla al otro lado. Es imposible que el corazón siga su ritmo habitual observando los segundos que la moto está en el aire suspendida por una cuerda. Es inevitable no imaginarse lo peor. Afortunadamente todo va bien y depositan a Richard encima de la madera de un barco viejo, donde permanecerá los dos días que durará su viaje hasta Indonesia.
Mientras, antes de ir al aeropuerto, aprovechamos el último día para disfrutar de George Town preguntándonos cómo será el 17º país que visitaremos desde que abandonamos nuestro pueblo. Ninguno de los tres se imagina lo que nos viene encima”.
Texto e imágenes: © Dreamhunters