En el anterior post sobre el Samyang 8mm f/2.8 Fish Eye para Fuji X comentaba mi fijación por los ojos de pez como recurso fotográfico. De hecho, es habitual que en mi mochila lleve un ojo de pez porque considero que es un objetivo que puede ayudarte a improvisar siempre una foto diferente. Hoy continúo con la segunda parte de esa reseña con el relato de la experiencia de mi viaje a Islandia con el Samyang 8mm.
Este objetivo me acompañó en el viaje a Islandia, un viaje protagonizado por una tormenta que condicionó totalmente la práctica fotográfica. Apenas tuvimos una tarde y una mañana con las condiciones meteorológicas idóneas para utilizar los filtros y realizar tomas “tradicionales”. En momentos como éste, que tienes que improvisar para conseguir alguna foto que merezca la pena, es cuando más agradezco el haber echado a la mochila el ojo de pez.
Una buena forma de aprovechar el ángulo de visión del Samyang 8mm es situar la línea del horizonte en el centro del encuadre: de esta forma se consigue que tanto el propio ángulo como la distorsión propia de estos objetivos jueguen a nuestro favor. Gracias a que el objetivo cubre la totalidad del encuadre (algunos proyectan un recorte circular), podemos conseguir de una sola toma una foto que simula panorámicas que suelen estar compuestas de varias tomas.
En la siguiente imagen, dos fotógrafos intentan conseguir alguna instantánea que merezca la pena a orillas del lago Jokulsarlon. En este lago, el hielo que se va desgajando del glaciar va flotando hasta salir a mar abierto, donde es devuelto a la playa. La toma resultante de la cámara sufrió un recorte por la parte de arriba para eliminar un cielo que no aportaba mucho. De esta forma, centramos la atención del espectador donde nos interesa.
Pero no siempre hay que buscar una foto “correcta”. Muchas veces hay que intentar conseguir fotos impactantes que supongan un soplo de aire fresco en nuestras tarjetas, como en la otra toma del lago. En esa fotografía, jugué con la distorsión propia del objetivo para conseguir un horizonte totalmente curvado que simularía el perfil de la Tierra si tuviera un tamaño miles de veces más pequeño. De esta forma, podemos dar importancia a las texturas de los hielos, a los colores reflejados en la superficie del agua y conseguir una toma llena de personalidad.
Además, gracias al rango dinámico de las cámaras y a que sólo incluí la parte del cielo que contenía nubes, no fue necesaria la utilización de filtros ni realizar varias tomas con distintas exposiciones para luego montar la toma final. Este es el claro ejemplo de cómo se puede realizar una foto diferente siempre utilizando un ojo de pez como el Samyang 8mm.
Las condiciones del viaje fueron muy duras, por ello incluso en la capital, Reykjavik, fue un problema realizar alguna foto que se saliera de la norma. Tan pronto como vi el panorama, calcé el ojode pez en uno de los cuerpos y me limité a dejar que el ángulo de visión y su particular distorsión jugaran a mi favor. Un ejemplo es la foto de la iglesia luterana de Hallgrimskirkja, imposible de realizar con otro objetivo por la propia altura de la estructura y por el viento, que impedía realizar varias tomas y conseguir una panorámica. Ante la nula textura del cielo, utilicé la distorsión para dar protagonismo a las formas de los adoquines del suelo.
Por último, me gustaría resaltar que utilicé el objetivo Samyang 8mm a temperaturas muy por debajo de 0º con viento y nieve, y sin embargo esta lente nunca falló gracias a la ausencia de elementos electrónicos y por su buena construcción. No había ni rastro de humedad o condensación, por lo que en definitiva Samyang 8mm es una buena lente que merece un hueco en nuestras mochilas.